Las consecuencias de la huella de carbono preocupan al mundo. Un estudio reciente, liderado por un académico de la Universidad de California, indicó que es probable que la contaminación del aire sea la causa del nacimiento prematuro de hasta 6 millones de personas en el mundo, la mitad de ellos con un peso menor al normal. Y según una investigación publicada en la revista Communications Earth & Environment (del grupo Nature), la destrucción de la selva amazónica, sumada a la crisis climática, puede dejar hasta 11 millones de personas viviendo bajo condiciones de calor extremo en Brasil, con temperaturas que podrían superar los 34°C de sensación térmica a la sombra.
En ambas situaciones se repite un factor en común. La degradación del medio ambiente, a través de la emisión de gases de invernadero, y las consecuencias provocadas por las acciones individuales y colectivas, de las cuales nadie está al margen, ni siquiera las empresas. Según el documento de la Asesoría Técnica Parlamentaria “Huella de carbono por persona en Chile”, publicado en 2020, la huella de carbono individual en el país llega a 4,66 t CO2 por año. Comparada con los resultados de un viaje entre Valdivia y Santiago (ida y vuelta), se tiene que el viaje representa aproximadamente un 6% de la huella de carbono personal medido con la calculadora Carbon Footprint y un 4% para la calculadora de emisiones de carbono de la Organización de Aviación Civil Internacional (ICAO por su sigla en inglés).
La tendencia que se observa con fuerza es que las empresas están asumiendo su responsabilidad y buscan disminuir el impacto medioambiental que provocan. Y uno de los primeros pasos en esta cruzada es hacerse cargo de la huella de carbono.
¿Qué es la huella de carbono?
La huella de carbono se puede definir como el impacto provocado por la humanidad al planeta, a través de la emisión de gases de efecto invernadero que cada individuo emite directa o indirectamente. En otras palabras, es la marca ambiental generada por los seres humanos, empresas e, incluso, productos, que se contabiliza de acuerdo a la cantidad de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI) que van a dar a la atmósfera.
Se trata de un indicador de sostenibilidad para el medio ambiente. Refleja los gases que se emiten a cada instante y se acumulan en la atmósfera produciendo lo que se conoce como efecto invernadero.
Según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), de 2017 a 2018 hubo un nuevo récord de emisión de GEI y el CO2 alcanzó las 407.8 partes por millón (ppm) en 2018. Un nivel 147% mayor al existente en la época preindustrial (1750).
El CO2 contribuye con el incremento de la radiación solar en el planeta. Los datos de la OMM aseguran que 80% del total del forzamiento radiactivo, fenómeno que determina la diferencia entre la radiación solar que absorbe y es capaz de liberar la Tierra de vuelta a la atmósfera, es responsabilidad del CO2, que es el principal GEI de larga duración y que, junto al metano y el óxido nitroso, elevan las temperaturas en el planeta.
Huella de carbono e impacto ambiental: ¿Cómo controlarlo?
A raíz de su naturaleza contaminante, la huella de carbono genera un impacto ambiental que presiona a las empresas a adoptar políticas cada vez más responsables con el medio ambiente. Como consecuencia, se crearon una serie de mediciones para controlar ese impacto, usando como parámetro unidades de carbono equivalente (CO2eq).
Estas unidades no solo consideran al CO2 sino que a los demás gases de efecto invernadero, aunque para efectos prácticos, los resultados obtenidos para cada gas son convertidos posteriormente en equivalentes de CO2.
Y para mantener el impacto ambiental bajo control, existen normas internacionales que miden las emisiones de GEI. Hablamos de la norma ISO 14064, ISO 14069, ISO 14067, PAS 2050 o GHG Protocol entre otras, cuyo aporte es permitir, a través del tamaño de la huella registrada, generar los datos necesarios para que las empresas puedan implementar estrategias para la gestión de emisiones.
Calculando la huella de carbono
La preocupación de una empresa por el medioambiente no pasa de ser una declaración de principios si no se hace algo concreto. Y el primer paso considera el cálculo de la huella de carbono que tiene la organización.
La realización de este cálculo es la primera acción concreta que debe tomar una empresa si busca mejorar o reducir los costos de su proceso de producción, reduciendo los costos energéticos y asumiendo un rol activo en la reducción de su huella de carbono.
Para lograrlo, se debe generar un Inventario de Gases de Efecto Invernadero (IGEI), donde durante un período específico se registran las emisiones que produce la empresa, siguiendo los estándares internacionales determinados por las normas mencionadas anteriormente.
Esas mediciones luego se diferencian en tres niveles:
- Emisiones Directas (Alcance 1) – Son las emisiones de GEI que provienen de fuentes controladas o de propiedad de las empresas y que son emitidas directamente a la atmósfera por ellas. Entran en esta categoría todos los gases originados, por ejemplo, a partir del uso de combustibles fósiles en máquinas o vehículos, o reacciones químicas derivadas de procesos productivos.
- Emisiones Indirectas (Alcance 2) – Cuando se trata de gases de efecto invernadero que no produce la empresa, pero sí por su proveedor de energía, hablamos de una emisión indirecta. Esta emisiones corresponden a GEI asociados al consumo de electricidad y/o vapor generados por terceros y depende de la cantidad de energía requerida por la empresa y del origen energético de la red que se la provee.
- Otras Emisiones Indirectas (Alcance 3) – Existen, además, otro tipo de emisiones indirectas que se atribuyen a productos y servicios adquiridos por la empresa, los cuales también generaron emisiones cuando fueron producidos, aunque su medición es sumamente compleja, a raíz del gran volumen de productos y servicios que usan las empresas y a la dificultad de conocer las emisiones de éstos productos. En esta categoría podemos incluir el transporte de los trabajadores, insumos o incluso residuos, así como los viajes aéreos o terrestres por razones laborales, entre otros.
Además, las empresas también pueden considerar en sus mediciones las absorciones de CO2 que se producen de forma directa, contrarrestando sus emisiones. Este tipo de emisiones tienen que ser medidas, pero no como parte de un inventario, aunque puede informar las compensaciones que haya realizado.
Informes digitales: un apoyo muy necesario
Realizar una medición precisa de las mediciones implica recopilar, procesar y analizar una serie de datos. Eso toma tiempo. Pensando en la optimización de ese factor y su relación con la productividad, existen una serie de soluciones tecnológicas que permiten realizar el trabajo de manera más simple y eficiente.
Independientemente de la industria y objetivos en cuestión, estas soluciones están basadas en las exigencias de las normas internacionales y abarcan una infinidad de aspectos. También pueden desarrollarse según requerimientos específicos, facilitando las labores de las áreas involucradas, minimizando los riesgos, permitiendo el cumplimiento y seguimiento de las medidas establecidas y contribuyendo a resolver el enorme desafío de compatibilizar la productividad de una empresa con sus compromisos medioambientales.
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